martes, 27 de abril de 2010

Momentos Difíciles





Momentos difíciles… generalmente momentos en los que uno se bajonea mucho y está mal. ¿Te estarás preguntando por qué digo “generalmente”, no? Bueno, la respuesta es sencilla: todo depende de cómo uno los afronte y cómo actúe frente a las situaciones que se presentan.

Por lo general uno tiende a pensar “yo puedo solo con todo esto” pero a veces las cosas te sobrepasan y sentís que se te viene el mundo abajo. ¿Alguna vez te pasó algo así?

Me ha pasado varias veces de levantar algo muy pesado que, al principio, pensé que podría sostener pero con el paso de los minutos me di cuenta que no era así. Sin embargo, cuando alguien me ofrecía ayuda, en vez de entender que mi esfuerzo no era suficiente y aceptar una mano de otra persona, yo decía: “no gracias, yo puedo”, y al final el objeto que yo levantaba se me terminó cayendo al suelo o, si lograba aguantar, terminaba con dolor de espalda, manos, etc.

Soy un claro ejemplo de una persona un tanto cabeza dura a la cual a veces le cuesta aceptar que no puede solo con algo, que a veces niega ayuda de otros por tener el ego un tanto alto…

¿Alguna vez tuviste un problema groso que te tenía muy mal? ¿Un problema que vos sentías que te superaba totalmente y aunque por momentos vos pensabas “yo puedo con esto” al cabo de poco tiempo te dabas cuenta que no era tan así? ¿Alguna vez sentiste que por más que hablabas con todos tus amigos ninguno te entendía o ninguno te decía lo que vos necesitabas escuchar?

Te doy una muy buena noticia, hay alguien que te entiende a la perfección. Alguien que sabe exactamente qué te pasa, que sabe cómo te sentís y que te puede ayudar a salir de todo problema que vos tengas. Su nombre: Dios.

Dios te ofrece la ayuda que vos necesitás en esos momentos en los que sentís que lo que sostenés en tus manos te pesa demasiado y se te está por caer al suelo.

La clave de esto está en aceptar que estás pasando por un problema y entregárselo a Él. Ojo, eso no quiere decir que todo se vayan a solucionar en un abrir y cerrar de ojos pero te aseguro que vas a sentir un cambio muy grande en todo.

Si estás pasando por un momento difícil pedíle ayuda a Dios, hacé lo posible pasa salir de la situación que te causa mal estar y vas a empezar a ver cómo Dios obra en tu vida haciendo lo que vos crees imposible.


Pituso Maxo.

martes, 20 de abril de 2010

Pequeños actos, corazón grande




Viernes 16 de abril del año 2010. Once. Mediodía.

Luego de haber cursado los 2 bloques de materias que tuve ese día, salí de la universidad y emprendí el regreso a mi casa.

Dejando atrás 2 estaciones de subte y unas 3 cuadras caminadas llegué a la estación de Once donde tomé el tren Sarmiento con destino a la estación de San Antonio de Padua.

Si bien no había realizado ninguna actividad física estaba cansado, con sueño y un tanto impaciente por llegar a mi casa.

Aunque entré al vagón sin esperanzas de encontrar un asiento libre para poder viajar sentado lo encontré y no dudé en ir a ocuparlo. Todo parecía indicar que sería un viaje largo pero cómo hasta Padua hasta que en un momento una señora con un bebé en brazos se para al lado mío.

Por un momento pensé en no cederle el asiento pero lo hice, por lo que recibí un “gracias” a cambio, tanto de la señora como de otra chica que viajaba a su lado.

“Gracias”… una palabra tan simple pero con mucho valor, y más en estos días en los cuales los buenos modales empiezan a escasear. Aunque parezca loco, esa palabra quedó retumbando en mi cabeza.

Luego, empecé a preguntarme si alguien en el vagón había visto lo que yo acababa de hacer. Uno pensará: “no es la gran cosa, es tan sólo ceder un asiento” pero por otro lado es algo que no todos hacen por no salir de la comodidad de su asiento.

Obviamente, no esperaba que nadie me entregara una medalla por el acto que acababa de realizar pero sí esperaba que la gente tomara como ejemplo mi actitud.

Sin previo aviso empecé a sentir una enorme alegría. ¿Alegría? Se preguntará uno. ¿Alegría de qué? ¿De viajar parado casi una hora en un tren que se balanceaba seguido, lo cual hacía que el dolor en mis rodillas se sienta bastante? Sí, efectivamente, viajé gozoso de estar parado.

¿Por qué siento esta alegría? Me pregunté y, al meditarlo, más tarde encontré la respuesta: DIOS.

Dios me premió con esa alegría por el acto que yo acababa de realizar momentos antes y aunque no salvé una vida, sino que sólo cedí un asiento a una mujer con su hijo, lo hice de corazón.

Esta anécdota me hizo entender que no importa cuan grandes sean tus actos, siempre y cuando los realices de corazón y con el fin de hacerle bien o ayudar a otra persona.

Dios no ve con los mismos ojos que el hombre; no mira la grandeza de tu acto, sino la grandeza de tu corazón a la hora de realizarlo.


Pituso Maxo

viernes, 9 de abril de 2010

Buscador Pitusos!

Los Pitusos crecemos cada vez mas. Y como anticipamos en nuestro primer post de la página, finalmente compramos Google. Asi que el buscador ya es nuestro, aquí está la dirección:






Saludos!